Ingeniería y arquitectura españolas para el renacer del World Trade Center

Varias empresas proveerán de estructuras al futuro intercambiador de transportes de la Zona Cero, proyectado por Santiago Calatrava


Recién cumplido el décimotercer aniversario del ataque a las Torres Gemelas, los trabajos de reconstrucción de la Zona Cero comienzan a redefinir el perfil del bajo Manhattan. Una tarea que no concluirá aproximadamente hasta 2016, según ha anunciado la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey –propietaria de los terrenos ubicados junto al río Hudson– y de la que participan profesionales españoles de la ingeniería y la arquitectura.
El proyecto que sustituirá al World Trade Center original estará integrado principalmente por edificios de oficinas, aunque el trágico 11 de septiembre quedará para siempre grabado en el corazón del Distrito Financiero. Como muestra, en el espacio antaño ocupado por las Torres Gemelas se han edificado un Monumento Conmemorativo y un Museo en recuerdo de las víctimas del mayor atentado terrorista de la historia de EE. UU. Pero además, el conjunto se completará con un Centro de Artes Interpretativas, zonas comerciales y de ocio, y un nuevo intercambiador de transportes que albergará varias líneas de metro y trenes rápidos que unirán Nueva York con el vecino estado de Nueva Jersey.

Una significativa transformación urbanística de la que se espera reactive el centro de negocios de la Gran Manzana y marque época en una ciudad acostumbrada a brillar por su arriesgada concepción de la arquitectura. La construcción de algunos de los espacios más emblemáticos del solar han recaído en arquitectos de prestigio internacional como Daniel Libeskind –responsable, entre otros, del Museo Judío de Berlín–, mientras el proyecto de edificación del intercambiador de transportes –el tercero en tamaño y tráfico de Manhattan– ha sido adjudicado a uno de los profesionales españoles más reconocidos: Santiago Calatrava.

Desde la superficie, su diseño del intercambiador –Calatrava confía en que se convierta en el motor económico de la zona como en la década de los treinta lo hizo la Estación Central en el Midtown– asemeja un ave que extiende sus alas para volar, pero con el característico trazado curvo del arquitecto valenciano. En el interior, no obstante, la estructura es el elemento unificador global de toda la Zona Cero. El intercambiador –que recibirá a diario una media de 250.000 usuarios– unirá las torres 1 y 4, la llamada Plaza de la Libertad, el Monumento Conmemorativo y el World Financial Center. Asimismo, contará con numerosas zonas comerciales, 13 líneas para trenes subterráneos –metro y cercanías– y una última exterior que conectará el Centro Financiero de Manhattan con el aeropuerto JFK.

Aplaudida por su originalidad a la par que contestada por su complejidad, esta obra titánica se ha visto obligada a alterar algunos de sus planteamientos originales, como que pudiese abrirse una sección del techo del complejo en los días más calurosos para refrigerar y permitir el paso de la luz solar en el interior. Sin embargo, ni el retraso de los trabajos ni los recortes presupuestarios han podido con su principal seña de identidad: la cúpula de cristal que corona el espacio, recubierta por costillas de acero.

Para garantizar el perfecto acoplamiento de la estructura, Calatrava ha confiado en varias empresas españolas. Es el caso de la compañía alavesa Urssa, encargada de suministrar 3.000 toneladas de estructuras metálicas que permitirán encajar el espacio subterráneo de 20 metros de profundidad que separa los andenes del suelo. A través de Urssa participa igualmente en la construcción del intercambiador la empresa vizcaína de ingeniería Uting, que aporta a su vez la pieza maestra de todo el complejo: una viga de 55 metros de longitud, 12 de altura, 5 de anchura y un peso total de 450 toneladas que conformará el techo de la estación intermodal. Otra empresa española, Emesa –filial de Isolux Corsan– proveerá 730 toneladas de piezas que, una vez ensambladas, sostendrán la estructura del proyecto. Emesa, que se adjudicó el contrato de aprovisionamiento por valor de 5,3 millones de dólares por delante de grandes corporaciones estadounidenses, ha participado con anterioridad en otros tantos proyectos de renombre internacional realizados por Calatrava, al igual que Urssa.

Un referente de vanguardia en Estados Unidos

La elección de Santiago Calatrava para la construcción del intercambiador de transportes del World Trade Center no es sino la confirmación del buen momento que vive la arquitectura española en Estados Unidos. Proyectos como la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles –proyectada por Rafael Moneo y consagrada en 2003– e hitos como la exposición ‘On Site: New Architecture in Spain’ del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) en 2006, han contribuido a ello. Pero también “la calidad y diversidad de la arquitectura española contemporánea” que, en palabras del arquitecto Pablo de Miguel –socio fundador de Takahashi + de Miguel Architects– es ya, desde hace unas décadas, “un referente de vanguardia para los arquitectos americanos”. De Miguel, quien decidió establecerse por su cuenta en 2007 creando su propio estudio en Nueva York, ratifica la buena imagen de la que goza la arquitectura española en este mercado: “España parece ser un lugar que reúne los ingredientes necesarios, tanto culturales como económicos, para producir arquitectos de gran talento, con amplio reconocimiento y proyección internacional”.

Como consecuencia, cada vez son más los arquitectos españoles que dan el salto a Estados Unidos o se adjudican proyectos en grandes metrópolis norteamericanas como Nueva York. Entre los más reconocidos el propio Moneo, galardonado con el premio Pritzker en 1996, es el responsable de un pabellón científico multidisciplinar que se ha construido en la actualidad en la Universidad de Columbia. Este proyecto, de 200 millones de dólares, tiene como característica principal la dificultad que conlleva integrar un edificio de arquitectura vanguardista de aluminio y cristal en una manzana repleta de edificaciones históricas.

Otra propuesta que ha recibido elogios ha sido la realizada por el arquitecto catalán, Enric Ruiz-Geli, para la remodelación del Acuario de Nueva York, situado junto al mítico parque de atracciones de Coney Island (Brooklyn). Con un presupuesto que ronda los 100 millones de dólares, Ruiz-Geli ha optado por adoptar técnicas de arquitectura orgánico-tecnológica para coronar el mítico acuario.

El propio Pablo de Miguel, que llegó a Estados Unidos hace una década para cursar un máster de Arquitectura en Harvard, trabaja ya desde hace unos años en Nueva York. Con la firma Skidmore, Owings and Merril proyectó un edificio residencial en el 101 de Warren Street, en el exclusivo barrio de TriBeCa. Con su propio estudio, fundado junto a la japonesa Mariko Takahashi, han realizado proyectos y renovaciones de edificios residenciales, locales comerciales e importantes instituciones neoyorquinas como el Lincoln Center for the Performing Arts, The Center for Jewish History, Ford Center for the Performing Arts o la biblioteca Dag Hammarskjold, ubicada en el cuartel general de Naciones Unidas.

Más ejemplos de proyectos recientes o en construcción acometidos por arquitectos españoles en el área de Nueva York son el complejo de oficinas, parking y gimnasio de Ábalos + Sentkiewicz para la Universidad de Princeton (Nueva Jersey); la casa Olnick Spanu (Garrison, estado de Nueva York) de Alberto Campo Baeza y la espectacular escenografía concebida por el estudio EMBT para la Merce Cunningham Dance Company.

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